Los directivos de medios en 2020 van a ir aceptando cada vez más que construir el negocio que queremos es más importante que enfurecerse por la muerte del negocio que teníamos.
Una clara mayoría de los líderes digitales que encuestamos expresa confianza en el futuro de sus empresas. Esto refleja una determinación para hacer que lo digital funcione según sus ambiciones editoriales y el negocio que impulsa esas ambiciones.
Menos de la mitad de los encuestados muestra confianza en las perspectivas del periodismo más generalmente . Esto es un reconomiento realista de que se terminó el negocio que teníamos y que muchos no harán la transición del pasado al futuro.
Hace ya bastante tiempo que está claro que el negocio grande y lucrativo de los medios se desvanece con el ocaso de su audiencia envejecida y decreciente.
Mi impresión es que los ingresos en la industria global de medios van a seguir disminuyendo al menos durante una década más, teniendo en cuenta que los productos impresos rentables se van muriendo junto con sus lectores, que radios y televisiones afrontan una disrupción y que el crecimiento digital, si bien es real, en muchos casos no dará los mismos ingresos o márgenes de beneficio.
Sin embargo, una industria que se achica no es lo mismo que una industria moribunda. A veces, la sensación de pérdida y la gran magnitud de la caída del negocio tradicional puede oscurecer las señales importantes y alentadoras que desarrolla el futuro del negocio digital informativo, en un ambiente mediático lleno de desafíos y muy competitivo.
Para quienes estamos más interesados en el negocio que tenemos que en el que teníamos, cada vez está más claro que emerge para los medios digitales un negocio más pequeño, austero y sostenible, construido a partir de la publicidad, del pago de los lectores y de otras fuentes de ingresos.
Medios tan distintos como AMedia, Brut, Dagens Nyheter, Dennik N, eldiario.es, Lincolnite, MediaPart, VG y muchos más son ejemplos de cómo la combinación de valores editoriales y duro realismo comercial permite desarrollar exitosamente un periodismo digital propio y el negocio que lo sostiene.
Nada de esto es fácil.
Los medios solían captar una gran porción de la atención de la gente y consecuentemente recibían mucha publicidad. En el mundo digital las noticias reúnen apenas un escaso porcentaje de esa atención1 y reciben un escaso porcentaje de publicidad, por efecto de las grandes plataformas que ofrecen a los anunciantes precios bajos, alto alcance y focalización precisa. De todos modos, el mercado publicitario digital en el mundo para 2020 se calcula en 385.000 millones de dólares:2 un porcentaje escaso aún representa miles de millones de dólares.
Los medios solían vender paquetes de productos que resolvían toda clase de problemas para cualquier clase de personas, pero online otros resuelven más eficientemente muchos de esos problemas. Con una competencia casi infinita por la atención y con la mayoría de los medios más grandes aún ofreciendo contenido gratis,3 apenas una minoría de gente está dispuesta a pagar por la información online4 y muchos solo se suscriben a una publicación o a dos. Pero incluso esa minoría genera miles de millones de dólares.
Los ingresos y los beneficios tradicionales reflejaban la posición dominante de los medios en el ecosistema offline, donde las audiencias tenían pocas opciones y los medios tenían alto poder sobre los anunciantes.
Los ingresos y los beneficios digitales reflejan la posición mucho más marginal de los medios en un ecosistema online, donde las audiencias tienen muchas opciones y los medios tienen poco poder sobre los anunciantes.
Se trata de un mercado mucho más duro. Pero no es imposible para quienes ofrecen un periodismo distintivo y valioso, con una operación austera, ágil y astuta. Y el éxito (siempre precario, a veces gradual y raramente lineal) de algunos medios en este ecosistema es mucho más alentador de lo que podría parecer a la luz de la caída de activos, el recorte de costos y la constante dependencia de productos impresos que están en declive que vemos en los medios tradicionales. (También es más alentador que algunos sitios nativos digitales sin timón que caen en el clickbait o cambian todo el tiempo, con desesperación, siguiendo la última moda.)
Muchos de los que intentan esta transición no tendrán éxito. A menudo fracasan quienes tratan de construir algo nuevo. Algunos harán la transición exitosamente pero no alcanzará para cubrir sus expectativas y aspiraciones. Muy pocos van a generar un negocio que dé los ingresos y las ganancias que vimos en el pasado.
Pero aquello era antes y esto es ahora. A una generación más joven de periodistas, de líderes de medios y (más importante) de miembros del público no les servirán las reminiscencias cariñosas sobre el pasado ni quienes se enfurecen por el presente. Y el futuro del que dependemos no se asegurará con sentimentalismos ni con pensamientos cortoplacistas dirigidos a recortar costes. Va a requerir una apuesta de largo plazo para reorganizarse y enfocarse en el futuro.
Sabemos que esto es difícil. Pero también sabemos que es posible. Y si valoramos el periodismo profesional independiente y creemos en su constante propósito y su importancia, también tendremos que desarrollar negocios que lo sostengan a escala porque, siendo realistas, en la mayoría de los países no hay otra forma: no lo van a hacer ni los políticos, ni la filantropía, ni las plataformas.
Quienes aún combaten en las guerras de la retaguardia señalarán que el negocio emergente de la información digital no reemplazará al que teníamos. Lo que dicen es cierto pero también es irrelevante.
Nada reemplazará lo que teníamos, y si seguimos definiendo el problema en esos términos vamos a seguir fracasando. Lo importante es que estos negocios ponen las bases de lo que vamos a ser: los recursos con los cuales quienes están en la vanguardia van a definir el futuro del periodismo digital.